“Como poeta, como la haces para soperar un dolor?” “As a poet, how do you overcome pain?”
Esta es una pregunta que me han hecho innumerables veces desde que compartí mi poesía con el mundo. Y si has escuchado de verdad, las respuestas ya están tejidas en cada verso, esperando ser descubiertas.
Mas que poeta, soy humana.
A los 27 años, mi mayor maestra no ha sido solo la soledad, sino Dios.
Es a través de esta relación que he aprendido a mantener firme mi corazón, incluso cuando las balas de la vida vienen volando. A veces, mi intuición me advierte antes de que lleguen, y puedo detenerme, apuntar y defenderme. Otras veces, llegan sin ser vistas, dejando su marca. Pero incluso entonces, me levanto por el triunfo, por ser más grande que la bala misma.
¿No es esa la esencia de la vida? Enfrentar lo inesperado en todas sus formas.
Depende de nosotros sabes, de nuestros corazones y mentes, decidir cómo nos levantamos de esos momentos. Y sí, recientemente me golpeó una bala que vi venir, pero aún así creí que no me haría daño. Siento todo tan profundamente. Creo en la belleza, la verdad, el amor verdadero, la lealtad—pero sin embargo esta persona no era lo que el corazón tanto quería que fuera.
La vida tiene su manera de revelar verdades. Tarde o temprano, la intuición prevalece. Cuando alguien no aprecia, honra o respeta la vida que llevas dentro, las señales son inconfundibles. No hay excusas.
Y así, en ese preciso momento te encuentras frente al espejo, sosteniendo el corazón en la palma de tus manos, frente a dos opciones: dejar que el dolor te disminuya o honrar la honestidad de tu corazón y dejar que vuelva a surgir como el mismo sol...
Elijo levantarme, elevarme.
No hay un manual para esto. No es fácil. Pero el acto más sagrado después de una ruptura—o cualquier dolor—es elegirte a ti misma/o. No dejar que el dolor te ahogue, sino permitir que te transforme.
Debes aferrarte a un sentido firme de tu valor y negarte a que las balas de la vida disminuyan tu valía.
Entonces, cuando preguntas, “¿Cómo superas el dolor?”
La respuesta está en lo más profundo de ti.
Mírate en el espejo.
Pasa por las etapas de lo que causa la bala, puede ser desamor, traición, fracaso. Permita que las emociones vivan, siéntalas, llórelas y luego déjelas ir.
Mata la idea que tenías de esa persona que creías que era pero al final no lo es. Lo que no es bueno para el alma no es bueno para tu vida.
Respira. Acepta la verdad y confía en ti de nuevo.
Replantea la situación. Vela como crecimiento.
Esto no es un fracaso o una pérdida—es una lección en amor y límites. Fuiste honesto, vulnerable y fiel a ti misma/o. Eso es algo de lo que debes sentirte orgullosa/o.
Redirige tu enfoque.
Cuando el dolor empiece a infiltrarse, cambia conscientemente tus pensamientos hacia algo positivo. Invierte tu energía en el trabajo, proyectos o en las personas que te levantan el ánimo.
Perdónate.
No hay vergüenza en la vulnerabilidad. Es una fortaleza, no una debilidad.
Date tiempo para sanar.
La sanación no ocurre de la noche a la mañana. Sé paciente con el proceso. Algunos días serán más fáciles que otros, pero con el tiempo, el dolor comenzará a desvanecerse.
Al final, el verdadero daño no es lo que la vida nos arroja—es cuando empezamos a disminuir nuestro propio valor. A medida que reclamas tu poder, te enfocas en tu crecimiento y te eliges a ti mismo, te volverás más fuerte y más resistente.
Mereces personas y experiencias que te honren desde el principio.
Y bueno, todo es el poder de la mente. Se necesita la aptitud de la mente. La claridad de la autoestima y la guerrera del alma… la guerrera del alma.